Tendido al sol sobre el pasto crecido del jardín/patio/baldío que hay en casa. Es domingo. Un domingo airoso. Desde hace dos días mucho viento, algo de frío y hasta una pequeña llovizna. Días como si el intenso, insoportable calor de abril quisiera naufragar, pero es sólo un bache, lo sabemos, es parte de la broma meticulosa que nos ofrece la vida para enfermarnos de gripa, de tos, de anginas, con estos cambios climáticos. Aún así estoy tendido, en este domingo airoso, en el jardín. Cubierta con una sombra mi cara, el resto del cuerpo al sol. Baños de sol intercalados con jicarazos de agua fría, fue lo que dijo el médico para contrarrestar mis achaques. Aunque al principio (ya tengo un mes tomándolos) me pesaba hacerlos, ahora los disfruto mucho. Son relajantes y me hacen mucho bien. Antes de tomar el baño, acomodo mi toalla, sandalias, algún libro para entretenerme mientras el sol hace su chamba. Hoy agregué un elemento más a mi tratamiento: saqué el minicomponente, acomodé las bocinas cerca y puse un disco que conseguí en el tianguis esta mañana que fuimos por los víveres de la semana. Wynton Marsalis fue mi compañero de viaje mientras mi piel se calentaba, mientras mi organismo reaccionaba con la frescura del agua. El jazz que salía de la trompeta de Wynton Marsalis puso a danzar las largas hebras del pasto silvestre crecido en el jardín/patio/baldío de la casa.
El sol y el viento del jazz de este domingo curando mi cuerpo, jugando con las notas que el gorrión en su jaula liberaba con su canto y con el canto del pino que crecía y danzaba con su balanceo. A ratos me adormecí, (luego de estar leyendo los diarios de John Cheever), cerré los ojos, escuché lo que había de música en todos los sonidos que llegaban a mí, caminé hacia las imágenes de un sueño. Marsalis recogió su traje, guardó su trompeta en su estuche y se fue. Abrí los ojos, el pino seguía balanceándose con el solo de viento del domingo y, al fondo, el cielo como un mar, con sus nubes que eran olas espumosas y entonces sentí, de alguna manera, que estaba llegando, desde otras distancias, de nuevo a casa.
2 comentarios:
Hola Sergio,
Me gustó esta crónica terapéutica. Soy de PR, pero vivo en Ann Arbor, Mi, donde también vive Carson, por las casualidades del destino. Hago un doctorado aquí que me permite conocer el mundo más allá de los libros. Voy a estar en México dos meses, con las Poetas del Megáfono. Si no las conoces, tienes que ir a escucharlas, son un grupazo. Los libros de Carson están todos por internet.
http://poetasdelmegafono.blogspot.com/
Saludos,
m.
Mara, muchas gracias por la información. Ya le di un vistazo a las poetas del megáfono y me han gustado algunos poemas. Ya habrá oportunidad de verlas y oírlas.
un saludo
sergio
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