
En el duermevela me vienen estas palabras: me caen veintes de una cosa, luego se deshacen esos veintes. Todos los días me muero. Me viene un perfume de alguien que puede ser un fantasma de carne y hueso. Lo es. Se puede tocar porque se esfuma. Como esa novela que estoy leyendo. Todos lo días me muero. Sé que se acaba el día y me viene la revelación de que me morí y que eso no duele, duele saberlo en todo el cuerpo, mi pensamiento nomás traduce eso que me dice el cuerpo. Y al otro día todo es nuevo, es el inicio. Pero no es el inicio aunque mi cuerpo me diga es el inicio. Lo sé, lo supe hoy cuando me fui a meter como todos los días a la biblioteca de los gringos, ese lugar tan grande y tranquilo. Todos los días voy a la hora de la comida y dormito, leo un poco, escribo en mi cuaderno verde, pero sobretodo trato de dormir. Lo supe por la mirada de una de las empleadas que sabe que voy a dormir a un sillón de una sala apenumbrada, junto a la sala donde sólo hay poesía (presumo que en esa sala hay uno de mis libros, que creo que nadie ha leído aun). La empleada me miró con ojos de tú vienes a hacer algo para lo que no está hecho este lugar. Aunque yo creo que sí. Entonces digo ella no sabe que todo es para mí cada día el principio, es decir que hoy que me ves con tu mirada histórica, yo apenas estoy pisando este lugar de nuevo. Entonces entro, busco un sillón y siempre me gusta el que está en esa sala apenumbrada junto a la sala de poesía y me siento ahí, leo un poco, escribo en mi libreta verde algunas frases, dormito, sobretodo trato de dormir y en el duermevela me vienen estas palabras: me caen veintes de una cosa, luego se deshacen esos veintes…
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