
Mi tía L. vive en un rancho, a pocos kilómetros de mi casa. Mi tía L. tiene vacas, muchas, y todas dan leche. Y a pesar de que su establo está repleto de vacas y las vacas están repletas de moscas éstas no se meten por ningún motivo a la casa, ni siquiera a la entrada, ni en los vidrios de las ventanas se paran, porque si alguna mosca se atreve a pasar a su casa o se les oye zumbar cerca, mi tía L. pone inmediatamente a mi tío R. a que las aniquile con el matamoscas, pero con el cuidado necesario para no manchar las paredes o la superficie donde la mosca zarrapastrosa tuvo la osadía de aterrizar. Mi tío R. a lo largo de los años ha logrado perfeccionar sus golpes con el matamoscas porque no deja mancha de nada de mosca cuando las aplasta. Así que las moscas se quedan allá afuera, molestando a las vacas, o dándose un atracón en las montañas de caca que mi tío R. recoge del establo con su tractor y luego lleva, con todo y enjambre de moscas, a los sembradíos para usarla como abono. Mi tía L. es muy buena gente desde que yo me acuerdo, pero de años para acá dice que es neurótica, se enoja de nada, así que por consejos médicos ha tomado clases de cerámica, de repostería, de costura, como terapia para que se distraiga y no piense en qué o con quién enojarse. Mi tía L. hace muy ricos postres pues usa leche de su establo, huevos de sus gallinas, fruta de su huerta y tiene el conocimiento adquirido gracias a sus terapéuticos cursos de repostería, y la gente selecta (como yo) le hacemos pedidos. A mí me gusta mucho el rompope que hace mi tía L. Así que los domingos voy por leche y quesos y, si se le antoja a mi tía L. hacerlo, también por rompope. Llevo mi recipiente, un toper al que le caben seis litros de leche fresca. Sé que mi tía L. revisa que mi bote siempre esté limpio. Ella me dice, mientras me ofrece unas galletitas o una manzana o un pedazo de pastel, que lava meticulosamente con jabón y agua los recipientes y después les pone alcohol y los deja escurrir y los hierve. Todo eso en diferente orden pero con un mismo fin: acabar con los gérmenes y la suciedad. Eso es bueno por aquello de la contaminación por bacterias y virus que afectan nuestra salud. Hoy antes de irme al rancho por mi pedido tomé una siesta y soñé lo siguiente: llegaba a la casa de mi tía L. y en el momento de abrir, de quitarle la tapa a mi toper para llenarlo de leche, mi tía L., mi tío R. y yo, veíamos cómo algunas cucarachas grandes (veía su caparazón como mitades de nueces) salían de las resbalosas paredes del plástico y se regaban por su casa, se metían debajo de su estufa, del refri, de la cama del cuarto de visitas. Las cucarachas tenían su coraza brillosa, como si estuvieran barnizadas. Mi tía L. y mi tío R. me veían sin decirme nada, mientras las cucarachas tamaño nuez seguían saliendo, metiéndose debajo de la licuadora, entre los frascos con especias. Mi tía L. en lugar de regañarme, se levantaba apresurada al tiempo que le preguntaba a mi tío R. dónde estaba el aceite Tres en Uno, y el trapo para pulir, porque me iba a enseñar cómo se limpian las cucarachas, empezando desde sus patas, luego su cuerpo y al final sus antenas, para que no las ande llevando y trayendo tan sucias, además de que el aceite es especial para recuperar el brillo (se usa en muebles finos) y protege contra el polvo y no ande batallando con otros líquidos de limpieza que nomás perfuman pero no quitan la mugre. Luego mi esposa me despertó, abrí los ojos y frente a mí estaba el toper de la leche, listo para llevarlo al rancho.
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