
Soy un flojo. La pereza es unos de mis ingredientes secretos. Así me veo cuando me pienso. Debería hacer un montón de cosas que no hago. Que siempre pospongo. Hoy no arrancó el coche. Llovía por la mañana. Tuve que caminar hasta el trabajo. Intenté hacerlo arrancar pero mi ingrediente secreto pasó a formar parte de la batería. Ahí lo dejé dormido sobre un charco de lluvia. Es, de todos modos, un buen carro. Ni modo de maldecirlo. Además no es mío. Es de mi esposa. Pude irme en camión pero quise sazonar mi ingrediente secreto. Hacer que mi pereza se molestara. Así que caminé bajo la lluvia, bajo la llovizna tibia de las ocho y media de la mañana. Me puse un rompevientos (Chida palabra para esa prenda ligera e impermeable ¿no?). En una de las bolsas del pantalón llevaba enrollado un libro de poemas de José Vicente Anaya. Peregrino. El título del libro. Y eso parecía yo bajo la llovizna. Peregrino sanjuanero. Pero siempre soy peregrino. Piensen lo que quieran cuando digo peregrino. Los cerros neblinosos. Las calles y caminos con arroyos, con hilos de agua bajando hacia su destino. Pasé por el poste donde unos días brotaba agua de su base. Imagen extraña: Electricidad, alto voltaje en la punta de un poste y agua a borbotones en su raíz. Combinación peligrosa. Lo tuvieron que cambiar de lugar para que ese poste se dejara de sentir manantial. Mi trabajo está cerca de donde me quedo a dormir. Y donde me quedo a dormir no es mi casa. Es el taller. Y ahí rento. Estoy a dos kilómetros del trabajo, más o menos. Así que caminé por la mañana y pasé también (pero todo es pasar, me digo, y a la vez, ya se sabe, Antonio Machado, Heráclito Mr The Darki) por el enrejado que hace unos años alguien puso en un extenso terreno por donde solía pasar. Ese terreno con veredas que me hacía llegar, cruzar camino, ganar tiempo ahora está cercado. Y sus veredas poco a poco se están borrando, y me gusta que se borren, que la vegetación recobre su territorio. Aunque anhele caminar por ahí, esa zona que desde fuera la percibo como llena de calma, como baldío paradisíaco rozando la ciudad, apartándose de ella. Mi pereza, por lo menos hoy, como esas veredas del terreno cercado, la siento desdibujada y al punto de su borradura con la ayuda de la lluvia. Al pasito, también, casi veo que estoy llegando a mi trabajo.
1 comentario:
hola ¿qué haciendo?
Publicar un comentario