Gusto por los tiraderos de los tianguis

El domingo encontré libros a cinco pesos en un tiradero en el tianguis. Sé que si ofreciera menos (muchas veces lo hice) el vendedor de chácharas seguro aceptaría. Un peso por libro, sería un buen negocio para mí y para el vendedor que ya no tendría que cargar esos kilos de papel de regreso. Los libros que tiene son una mezcla de intereses (medicina, computación, literatura, manuales, pornografía, poesía, diseño, veterinaria, etc) con algo en común: todos esos libros que vende a cinco pesos fueron considerados por sus otrora propietarios como basura. Pagué el precio que me dijo y cargué con una bolsa grande de novelas. Todos esos libros que en el tianguis hay están entre una cantidad inimaginable de objetos en buen, regular, pésimo estado: flautas rotas,  pedazos de brocas para concreto, muñecas sin ojos, relojes con o sin manecillas, portaretratos, peines, paraguas, juguetes, películas sin título, y sin estuche, dados, revistas, casetes, discos LP, extractores de jugos, plumas fuentes (baratísimas; compré algunas porque alguien que ahora no recuerdo me encargó), carpetas, zapatos sin su par, celulares, cargadores. Todos esos puestos son vertederos a donde voy cuando tengo tiempo. Mi esposa no quiere que vaya porque llevo libros a la casa donde ya no caben. Pero el domingo fui y encontré una Biblia, un libro de cuentos de Hanif Kureishi (guionista de algunas películas como Mi hermosa lavandería); una novela de Samuel Beckett, El innombrable; La novela de Michael Ondatje de la cual  hicieron una chida película: El paciente inglés (la nueva novela de Ondatje se llama El divisadero y cuesta en la gandhi 600 pesos, para que mejor se esperen y la compren en el tianguis). Y algunos otros libros y unas revistas de arquitectura. Ah, también una antología de ciencia ficción, ed. alfaguara. Me gasté menos de 50 pesos. Me gusta por eso vagar en los tianguis. Encuentro libros baratísimos y plumas fuentes. Todo para alguien que quiere ser escritor como yo. Ahora nada más falta que me salgan las ganas de contar, de poetizar, de novelar algo, lo que caiga.