jueves, 4 de diciembre de 2008

Del bisio de leer


A lo mejor tengo unos 20 años con el vicio de leer. Sobre la calidá de mis lecturas eso ya sería otro asunto extracurricular, por decirlo de alguna manera. Hace poco compré un libro que se llama Alcohol y creación. Yo ni tomo ni fumo, pero me interesa el rollo de las conciencias alteradas, que es como casi siempre se escribe. Y a lo mejor también se lee. También, y como respuesta ingeniosita ante la lectura de ese libro de Alcohol y creación, digo que no me gusta el alcohol pero sí me gusta la embriaguez. Y no nomás de alcohol se hace la embriaguez. Leer es una de las vías. No leer también. Yo prefiero leer. Y ahora que estoy enfermo, leo. Y cuando me cure pienso seguir leyendo. Ya tengo rato que me gasto mis domingos en libros y revistas. Tengo una enorme lista de libros que no he leído y que pienso leer pronto. Con mucha calma. Disfrutando las lecturas, para ver si aprendo un día a escribir (ajá). Acabo de leer varios en estos días y tengo múltiples lecturas inconclusas. Leí de un tirón un libro de ensayos de José Agustín: Vuelo sobre las profundidades. Un libro ágil con la velocidad pachanguera, el gusto por la lectura, y la admiración por autores de varios rumbos del maese Agustín larín. Un libro que me señaló rutas nuevas de autores que he leído poco o casi nada y que José Agustín me dejó prendido para que le hinque el diente a libros de Gustavo Sáinz, Ciencia ficción y hasta psicoanálisis. También leí unos capítulos de la novela de John Fante  que se llama Pregúntale al polvo. Este escritor norteamericano que tiene poco que esta siendo difundido sobre todo porque Bukowski fue su gran admirador. He releído también en estos días de fiebre y escalofríos, la antología del poema en prosa que publicó el recién desaparecido Luis Ignacio Helguera. Una chulada de libro ya que incluye a poetas de la prosa mexicana desde sus inicios hasta poquito antes de nuestros días.

Otro libro que me tiene contento a pesar de que no debería estarlo como enfermo que estoy, es un descubrimiento que hice para mis neuronas. De vez en cuando me arriesgo a comprar algún libro que, osea-nada-que-ver-conmigo, desconozco por completo. No tengo ninguna información ni recomendación alguna y me arriesgo y lo compro. A veces me doy unos descalabros que me cuestan una lana, pero esta vez la inversión (¿es inversión?) valió la pena. El autor es Telavileño (Tel Aviv, 1967) y se llama Etgar Keret. Su libro: Pizzería Kamikaze y otros relatos. Es un autor que cuenta historias con situaciones absurdas, fantásticas, hilarantes. El cuento de Pizzería Kamikaze se trata de la historia de Haim, joven recién suicidado, quien al llegar “al otro barrio” encuentra que todo es muy parecido a este lado de los vivos; encuentra trabajo en una pizzería; por las noches va a un bar donde se hace amigo de Ari, otro suicida quien es amigo de Kurt Cobain, el vocalista de Nirvana, quien toda la gente del bar ya no aguanta porque no para de lamentarse y de citar y recitar alguna de sus canciones. Un verdadero plomo, ese Kurt.

Lo único que no me gusta del libro de Keret es que la traducción es al español de España, cosa bastante de desagradable para miguelito. Así que me tengo que aguantar ciertos giros españoloides y ya. a seguirla con la joven revelación de la semana.

Seguiré informando.

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