Estoy en casa. Enfermo, pero como sintiendo la salida de la enfermedad. O eso quiero pensar, creer, desear. Toda la bendita mañana a solas en la cama. Leyendo sobre todo. También un rato vi las noticias. Pura basura. Y más los conductores. Oro de basura. Me irrita ver la televisión. Me casi encabrona. Y eso es malo para mi salud. Así que mejor me pongo a leer y escuchar los sonidos del exterior. (En mi interior, agruras, borborigmos.) Pájaros, una ténue música de banda del taller de los vecinos hojalateros, ladridos y gruñidos de perros (ya nomás nos quedan 4) y el tic tac del reloj de la cocina.
Hace rato vino mi hermano G. y me trajo unas cosas que quería de Guanajuato. Un libro, mi radio, el quemador de DVD y una bolsa de xoconostles que un señor me regaló la semana pasada, allá entre San Felipe y Silao. Amado Mares se llama el señor. Quiero hacer una salsa con xoconostle. Este fruto se da en lugares desérticos o semi. Y tiene mucha resistencia. Puede durar maduro hasta un año y no se pudre. Tiene un sabor agrio, ácido. Don Amado me dijo que hay de diferentes tipos de xoconostle (investigo y ahora sé que significa tuna agria). Unos se comen con azúcar, otros en una salsa o con frijoles. Hay unos que se usan de botana o en lugar de limón cuando se bebe mezcal o tequila. “Una cosa chingona”, me dijo. Don Amado nos invitó a su casa a comer tunas. Comimos muchas. Luego nos cortó xoconostles. Mi amigo Reyes iba conmigo ese día y a pesar de que vive en un rancho cerca de Silao me dijo que nunca había probado los xoconostles, que él pensaba que eran tunas verdes. También se llevó una bolsa grande.
Estuvimos ese día comiendo, tomando agua del venero que está cerca de la casa de Don Amado y platicando. Una de sus hijas fue llamada para que pelara las tunas. Lo hacía con mucha destreza y velocidad. Traía una playera que decía “A las ocho salgo al pan”. No vi que se espinara. Don Amado cortaba con su machete afiladísimo las pencas rebosantes de tunas mientras Reyes y yo en el solecito, junto a Osvaldo, uno de sus nietos, con los dedos y las manos y la boca manchados de rojo por el jugo colorado de la refrescante fruta.
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