Visitas familiares

Tengo tres hermanos. Dos viven en Celaya. Uno en Guanajuato. He institucionalizado los martes visitar al que vive en Guanajuato. Son los martes del tío Sergio, les anuncio. Juego con mi sobrino, veo la televisión, platico con mi hermano, su esposa, y su hijo. O trato. Me conecto a internet. Me baño. Y me quedo a dormir esa noche. Ah, y no falta que me invite yo solo  a cenar. Faltaba más. Me gusta quedarme a dormir en su cuarto de visitas. Pongo una colchoneta y me echo una cobija encima. Me gusta ese cuarto porque hay casi una oscuridad absoluta y un silencio hermoso que yo me encargo de destrozar con mis ronquidos. Y ronco como puerco. Me gusta dormirme en ese cuarto lleno de cajas y ropa y muchas otras cosas más. Es como el cuarto donde Gabilondo Soler  se inspiró para escribir la Muñeca fea. Como que alucino que las cosas cobran vida, se meten en mi sueño y yo ronque y ronque sueño cosas fantasiosas y descanso muy  pero muy bien. Un cuate que alguna vez dijo que yo era su amigo y que luego se enojó conmigo porque me pidió que le presentara su libro de cuentos o de poemas (ya no recuerdo bien) pero yo no pude hacerlo porque hay cosas para las que no nací, me dijo un día: tienes alma de indigente. Y yo le concedo razón. A veces recuerdo momentos donde comí sándwiches de doritos, me dormí en centrales de autobuses, en parques o en vagones de tren. Me siento muy identificado con esa canción de Sabina: Cuando era más joven. Hasta hace un año joven todavía era, según las convocatorias del FONCA. Pero ya tengo muchas canas y me enfermo seguido. Así que esa canción de Sabina me llega hasta el alma. Ahora los indigentes no piden limosna sino becas. Pero a mí ya se me pasó el tiempo. Y también ya me dio sueño así que me iré a dormir. Es martes.