
Oigo el soundtrack de Trois couleurs: Rouge, del compositor Zbiniew Preisner y la grisura de la oficina, el tedio de este martes, se truecan por una sensación de felicidad, de puro placer cuando en la grabación se escucha la respiración de los músicos, luego violines in crescendo y un solo de guitarra que lleva la melodía. La pieza se llama Catástrofe. Regresan los violines. Y siento como si el sonido de la guitarra me llevara a un reposado mar abierto. Naufrago, feliz, liberado de no estar dentro del tiempo de este martes que a su manera también naufraga.
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