Un tajo que dulcemente deslumbra, un tajo que se deja recorrer a pesar de lo otro, los muchos pendientes que se agolpan en el embudo del pensamiento: la construcción de la casa, la trayectoria de la luz en los muros, los territorios de acordes en las queridas canciones de José Alfredo, la luz lunar en los rostros de los durmientes, la invasión de los gatos, la baraja de notas y cuentas, el renovado vértigo del juego de la pelota, el muro, la raqueta, el fluir de tonos y cortes en la madera, el olor del aserrín y la lluvia, el diluvio de soles ante la mirada negra cuando estamos soldando, el desapego de lo que debe quedar después de tantos planes.
Un tajo, decía, que se abrió, seguro, incontenible: garra de oso en el aire. Y yo: salmón brillando en el salto, desconociendo más allá de mi propia, creía así, también, correspondiente, certidumbre natural. Y el tajo entonces.
1 comentario:
Nunca habia pensado en ello, pero si, tienes razón: Ahi esta, la gran explosión, el rayo primigenio, el inicio de todas las cosas y nosotros lo atestiguamos detrás del cristal ahumado del tiempo. Es como jugar a ser Dios sin que nadie se de cuenta.
que buen blog
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