Nueve de la mañana. Bebo jugo, sorbitos de jugo de naranja. Siento la pulpa pasar por mi boca, en mi lengua esas lagrimitas amarillas de las que desconozco el nombre y que a veces mastico, reviento para saborear su interior de más acidez y dulzor. Afuera llueve, leve / pero ya vas a empezar otra vez con tu clima con la hora con el comienzo del día afuera los silbidos de los albañiles y el locutor que a todas luces es cristiano y agradece las lluvias y la inundaciones y dice que todo pasa por algo triste pendejo pinche huevón páguenme a mí por decir tanta estupidez cae madera cae una y otra vez y también el raspar de la cuchara sobre los granos de arena y el metal no sólo se pule sino que chilla, desagrada, y pasan las mañanitas se arrancan y un urraco acá cerca de la ventana suelta su graznido desafinado y allá en el taller de los hojalateros los golpecitos contra el metal y unos violines de seguro es el Buki ni modo que sea Mozart y yo y mi pensamiento así que se dispara pero no es el Buki es José José y cómo puedes tú ser libre mientras yo soy preso y síguele así todo el día lo bueno es que no me quedo lo bueno que ya parezco el locutor encontrando lo bueno la bendición a cualquier cosa como almorzar pescado y decirme qué nutritiva alimentación ahora sí voy a adelgazar y aquí con el día nublado no se ve ni madres de lo que estoy escribiendo y también la idea de hacer otra cosa en este blog porque siempre es el mismo digamos sonsonete y el espacio es tuyo encuéntrale otras formas y otros caminos de todos modos ni quién te lea cómo no si ya hasta tengo seguidores y ni modo de no compartir lo que mis neuronas dicen conectar. Intentar expresar lo que quieras aunque no sepa lo que quiero porque así es siempre ya no digas aquella frase de la que ahorita así en este flujo encuentro era equivocada para decirla aquí porque no tenía nada que ver con esto no te salgas del tema ¿pos cuál? Suena el teléfono y bajo en chinga y no era para mí y además M. ya estaba cerca y era para ella y me dolió la rodilla las dos y pienso: qué bueno que llovizna para ahora sí no ir a jugar y descansarme. Sigo escribiendo. Los maistros cabulean, desde ayer otro nuevo, hermano de otro que medio quedó mal pero el maistro encargado ya apechugó y dice que van a terminar antes del sábado, lo dudo mucho, pero en fin, yo el viernes no estoy, voy a México, les voy a pagar el domingo para hacer bien cuentas, sí no hay bronca, dice, no sé si resignado. Abren la puerta y me hablan en la construcción y que qué pasó con las maderas recortadas ahorita te las hago dos metros cinco dos o tres, con tres y todas las otras que les hice quién sabe dónde quedaron, pues les vale madre, mi sudadera se llena de aserrín y como trae bastante ocote, aceite, pues el aserrín cada vez que lo sacudo no se cae y no se cae. Mi sudadera anda llena de caspa de madera y huele rico, a aceite, pudiera ser yesca y bajo esta llovizna prender sin dificultad por la brea. Termino y regreso a mi otra tarea que dejo de lado porque se me vino la comezón, las ganas de escribir. Todo requiere orden. Intento comenzar. Pero mis intentos en eso quedan, a eso parece se dedican. Hace rato en la carretera decía que la rutina de todos nosotros, lo mismo, como la misma música que oigo, oímos, a ver dime qué edad tienes y tan joven y ya andas como yo oyendo el mismo viejo disco y a ver qué nueva música has descubierto, dime a lo mejor, es lo más seguro, me estoy perdiendo de algo, que de por sí siempre he andado perdido, hay no cómo crees si se ve que eres bien objetivo si se ve dijo el otro día una señora no tan, que él si sabe lo que quiere, pues a mí, me acuerdo que dijo otra mujer, se me hace muy seco, y yo sonrisita de pues no sabia que estaba en un programa de esos que te juzgan y donde de acuerdo a qué tan simpático les caes eres culpable o inocente. Pero mejor me alejo de aquello que ya está lejano y me siento aquí, digo, me pongo a escribir porque en la llovizna que puedes trabajar a pesar de que estás hasta el gorro de cosas y tú acá sentadote, en medio de un mugrero, de un ejercito de libros que te preguntan o imaginas que te preguntan a qué horas me vas a leer, como a veces la bicicleta estacionaria, de mi hermana, de mi esposa, de mi cuñada, parece que dice a qué horas empiezo a girar, y las bicicletas estacionarias como una flor que crece sobre una loza de cemento, algo raro, como una vaca sobre la cama, como un sueño pues, a pesar de que una bicicleta es muy normal que esté dentro de un cuarto, sobretodo si es estacionaria. Igual los libros acá, frente, a un lado, detrás de mí, como montones de edificios y yo el monstruo que los pisotea. Pero en fin, nomás quería salirme de aquí y la verdad quién puede salirse de su propia vida con un rato que escribas.
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