Siempre lo simultáneo, los entrecruzamientos, el túnel del tiempo donde ando pallá y pacá queriendo tomar algo para sentir que entiendo el presente, para predecir lo que no quiero.
Siempre las figuras temporales con gente que quiero y que no quiero, las constelaciones que todo el tiempo se mueven, digamos lo que digo, ¿para dónde va?
Camino de bajada, en las piedras de bajada de una loma de San Miguel y en la esquina un hombre que me ve, que dice que me ve pero no me oye. Un viejo que no esquivo. Para dónde caminas, me pregunta y me digo buena pregunta y le digo ¿irá a ser largo lo que me va a decir? Hay un alto porcentaje a que me va a pedir dinero, pero aguanto ¿Desde cuándo no ves bien? Y entonces se suelta, y dice por muchos caminos cosas y encuentros y su labor de jardinero y sus manos de uñas gruesas y estamos recargados en botes de basura y me digo qué raro que no huela la basura con este calor y entonces me llega el olor y me sonrío y el señor sigue en sus jardines, en sus labores y en sus descubrimientos con una planta que llama Comillo de elefante y que se da en macetas y yo con mis lentes y mi miopía de siglos, y lo oigo pero oigo más su música que sus palabras, que la información, lo que las palabras enredan con su sedimento en la cabeza de este señor que trae sombrero y unas plumas de palomas y le pregunto por qué las plumas le gustan dice y yo me digo le van bien, como su cabello y su bigote y su barba desaliñados y es un viejo que es real y que no hace falta más para quedarme a oírlo cuando voy al mercado a comer. El señor sigue envuelto en la música de su propia narración y yo atento y asombrado y me dice vivo en la calle tecolotes 39, ¿conoces? Y entonces nos fuimos por su lado, cada quien y yo con la sombra de las palabras del señor que me resuenan con lo último que dijo “Piénsalo” . Y yo por más que lo pienso pues no puedo pensarlo porque luego luego lo simultáneo, lo paranoico, las redes mentales y ya estoy en el mercado y paso por los pasillo de frutas y los gringos tendidos con sus cámaras y los cuadros de Olga Costa, el dardo que ya dio un chingo de veces en el blanco, pues ahí, los gringos con sus disparos sin mira y las señoras amablemente hasta la madre posando, y yo me atravieso y la cara de no mameyes con los aguacates y yo acá con mis entrecruzamientos pues, lo que les decía y entonces la comida, el sabor de la guayaba sin colar en el agua fresca, la pulpa en mi boca y la frase que me viene y cuando la iba a escribir cae la torta, los aromas, el hambre que regresa y después entonces la frase que se pierda, ya luego la encontraré, o encontraré otras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario