Traigo entre un dolor gustoso,
tibio, y la sombra de algo como amor, como orillas de sentirme transparente -es
más no sé cómo decir este pasaje, esto que anda sucediendo- y sacudido y como
piedra que quiere abrirse (imagínate una flor, de pero de piedra, una cosa así).
He pasado horas, he pasado la mañana en la disolución, en la inmovilidad de lo
que siento se sedimenta esperando se aclare en mí, en lo que siento de pronto
en este oleaje vago, en esta materia que no se conforma por completo.
Me miro o ayer me miraba y no era
el mismo, era casi pensar que estaba con alguien, desde mis ojos, que no era
yo. Como jugar a la locura, pensé. Y me miraba en el espejo del baño y la
puerta detrás de mí que llevaba a que yo me vistiera con el disfraz del día
martes, con el disfraz del horario del trabajo, con el disfraz de las cosas
importantes por hacer.
Y yo era de pronto un recipiente
de cristal, una pecera con agua, era eso y de golpe, ya no eso que dije, sino
el polvo, las partículas cayendo como si no cayeran, como si flotaran, como un hundimiento
flotante entre la luz atravesando el
agua, los cristales y yo la dispersión de los granos de tierra, las partículas de polvo y ese dolor gustoso de tocar pronto el fondo y algo como la sombra de lo que
dije al principio pero que no sé si eso es con certeza.
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