Temor
de escribir. Lo digo, aunque esté escribiendo esto que ahora lees. Es una cosa
que me pasa. Temor a decir algo que uno incluso no sabía, o sí sabía pero no
sabía del todo y esa parte que me faltaba saber antes de que la escribiera me
hacía sentir que no sabía lo suficiente como para escribirlo. Pero ahora que he escrito lo sé. Y un
poco del temor se disipa. Pero un poco de ese impulso, un poco de ese movimiento
que también genera el temor me hace que escriba.
Hace
tiempo escribí un texto que se perdió en una computadora que me robaron. Era,
tengo el recuerdo, la sensación, de que era un buen texto. No era un poema, era
una idea y la idea, me parece, era escribir a pesar de cualquier cosa, a pesar
de estar alegre, a pesar de estar
triste, o enojado, o aburrido, o deprimido o feliz. Escribir como algo que necesito sin esperar ninguna
otra cosa que sentirme vivo de esa forma, y sin palabras estarlo, como cuando
uno baila; ahí es tan clara la sensación de estar vivo, de estar sintiendo la
música, sintiendo el cuerpo.
Tengo
que decir que aunque me gusta bailar soy un pésimo bailarín como puedo ser un
pésimo escritor. Pero creo que soy mejor escritor que bailarín y esto no me
afecta cuando bailo, esto, hacer una cosa mejor que otra, no me daña, no me
impide hacer ambas cosas.
Esta
mañana supe de mi temor a escribir como alguna vez tuve pena de bailar, pero de
todos modos bailo, he bailado. Y escribo para saber que desde la escritura
viene algo claro a pesar del miedo, la felicidad, el rencor, el dolor, etc., o
por todo esto, por todo lo que me sucede y no es más que tiempo para escribir
desde el tiempo y no hay más que esperar.
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