martes, 12 de febrero de 2013

Carta #1


Esperaba encontrarte. No sé porqué pensaba esta mañana encontrarte. Me descubro atado al juego de los presagios que son más bien pronósticos. Y no gané. Más bien no había nada que ganar ni que perder, sino que no le atiné. Si te encontraba quería decirte algo que no tengo muy claro pero que siento que debo hablarlo contigo. Ha cambiado mucho mi vida en los últimos meses. He vivido la soledad de otra manera, por elección y no como circunstancia. Y me ha sentado bien. Paso las tardes ocupado en varias cosas, desde leer en internet, ver películas, escribir, pintar, tocar la guitarra, lavar mi ropa, limpiar mi espacio, hablar, mirar por la ventana, tomar fotografías, caminar, hacer ejercicio, planear cosas que no hago. Hace unos días pensaba en otra persona que me enturbia cuando me la encuentro. No entiendo su manera de tratarme. A mí me cae bien. No hay, quizá para qué precisar esto, pero lo haré: no estoy enamorado de ella. Esa persona siento que es una especie de lancha en un mar caprichoso. Leo turbulencias pero ella se dirige a mí con una calma de malabarista, con frialdad, con impersonalidad. Habría que restarle importancia a la lancha de su voz y sus gestos e incluso habría que olvidar ese mar caprichoso que se carga. Yo no soy marinero ¿me entiendes, me estoy dando a entender? Así que cada encuentro (que en este lugar es muy frecuente toparse con una misma persona muchas veces) yo entro como en esa turbulencia y no me gusta sentir eso. Pero quizá todo esta en mi cabeza marítima y sus símiles. A lo mejor esa persona me ve como yo la veo. Hace días decidí pedirle una entrevista y decirle esto que me pasa, de todos modos creo que esto va más hacia el naufragio que hacia el puerto. Además de que mi curiosidad me da malas pasadas y quería saber qué puede ocurrir.  Un poco esto tiene que ver contigo, con decirlo así, como con rodeos, como rodeando ese mar perturbador que me llama la atención, que tantea atraparme. Entonces esta mañana esperaba encontrarte e intentar hablar desde otro lado, como si pudiera tener mi voz una voz lateral, una voz que siendo mi voz tenga otro matiz. Como cuando hablas o, mejor, cuando cantas luego luego al despertar. Esa voz es mi voz aunque adormilada, más gruesa, más desafinada. 
Tengo que pensar mejor lo que quiero decirte cuando ahora sí te encuentre.
Por cierto, hablé con esa persona que te digo que me enturbia y me dijo que no tiene ningún problema conmigo. Pienso en mi paranoia y sigo bajo la tormenta de esas palabras de tanta calma.
Un abrazo.
S.

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