martes, 22 de abril de 2008

Visitas al enfermo #1

Entra al cuarto, saluda con una sonrisa cuando me ve y luego como un poseído va rumbo a la tele. Le digo que no es una tele, que es una licuadora. “licuadora no, tele”, dice y la enciende. Se sienta en el piso. Mi madre le dice que me salude. Para ella que no vio la sonrisa-saludo (venía detrás de él) Diego ha pasado de largo como un burro orejón. Luego el supuesto burro pide agua. Pide uvas. Está atento a la televisión, concentrado, como su papá cuando era niño (cuando era más niño de lo que todavía es ahora a sus 30 años). A Diego le gustan las uvas verdes, “no, rojas no”, dice telegráficamente. Su primo Dante, cinco años mayor está sentado a su lado. Mi madre le dice a Diego que le dé uvas. Le ofrece una. Se levanta por otra uva que mi mamá tiene en un traste hondo de plástico, que para los que no sepan como se llama el traste vamos a decirle palanganita. Le dice que se lleve la palangana con las uvas.


 

Diego sonríe y toma todo el traste con todas las uvas. Le invita a Dante y siguen viendo Scooby doo. Salió chaparrito como tu bisabuelo Midio, dice mi madre. Es verdad, digo. Yo conocí a mis bisabuelos, los disfrute todavía muchos años.Veo a Diego y le digo “Papá Midio”, y me acuerdo de mi bisabuelo, su pequeña estatura, sus rasgos finos. Hace calor en el cuarto; se acaba la caricatura y se inquietan. Salen al patio. Miran una pequeña alberca de plástico y quieren meterse pero están enfermos (ya casi salen de la tos). Mi madre les dice que otro día. Ellos aceptan. Luego les enseño los tres peces que tenemos en una gran olla de barro y se quedan mucho rato viendo los paseos de los peces. Diego dice “peces”, luego “agua”. Empiezan a dejar caer en el agua donde están los peces, piedrecillas, ven cómo se hunden. Quizá desean que alguna le pegue a alguno de los peces. Algo lo distrae en el patio, ya cansado de que los peces no suban a la superficie, entonces alza la vista del agua y mira al fondo del patio, detrás de la reja está Alfonso El Zafio, mejor conocido por Poncho (el de las telas es otro), el labrador que su papá compró cuando Diego aún no había nacido y que luego me dio/prestó/encargó/ como en calidad de refugiado porque no cabía en su casa. Acá Poncho es más que el Rey. “Poncho”, dice Diego y lo señala. Es tuyo, le digo, tu papá te lo compró, llévatelo. Diego me mira, sé que entendió lo que le dije y luego, a sus dos años y medio, hace una mueca, una mirada, un gesto como respuesta a lo que le he dicho, una respuesta no hecha con palabras sino con la rúbrica de la casa, copia fiel a las respuestas mímicas que su papá me da cuando le digo que ya se lleve a Poncho, ese inquieto y delirante terror de nuestros calcetines, pantalones, trastes, pisos limpios, y cualquier otro territorio de la casa.

                                                                                                       

Diego se despide de mí sacudiendo la mano y se despide de los peces con otra piedra que parece en el agua una hoja  cayendo ligera en la mano del viento (o como las flores de la jacaranda estos días, que se sueltan de la rama como adormecidas, como si soñaran que son mariposas y por eso se sueltan, y ahí va la piedra/hoja/flor de jacaranda en su sueño de ser mariposa, hundiéndose suave en el agua del aire y en el aire del agua,  flotando y cayendo, y al llegar al suelo siguen dormidas y despiertan en la mano de alguien siendo flor, una flor de piedra en la mano de Diego y su historia de los peces). Y se van, mi madre y los niños, en su tiempo arropado, caminando por la calle, con trazos de mariposas, deteniéndose a cada momento, suspendiendo el trajín del martes, rumbo a su otra casa.



2 comentarios:

luzdeluna dijo...

como diría el buen mono bailarín: iiiiiiiiiiiiiiiiii que chidoooooooo¡¡¡¡¡, la ausencia de ese supuesto burro bebedor insaciable de agua hace que por la casa esté seco hasta el cactus arriba del refri.

sergio luna dijo...

Gracias por leer el blog. Se hace lo que se puede para hidratar su estancia. Dicen que anda en doble turno de actividades bailarinas. Y se ve que es un verdadero hombre de acción. Prepárense porque ya mero regresa a sus prados guanajuateños. 11.

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