Ibamos rumbo al cerro del Culiacán y platicábamos sobre los lugares que hemos visitado, lugares con playas, con mar. En eso estábamos cuando vimos sobre la carretera Salamanca-Valle un trailer trasladando una embarcación mediana. Un barco era, a más de 800 kilómetros del mar. Navegaba en el viento. Llovía. Había un norte, dijeron en la radio. Desde mi ventanilla no se veía a ningún elemento de la tripulación. Volaban gaviotas alrededor del navío. Un inmenso albatros al frente, no volaba; su figura suspendida no requería batir las alas, iba simplemente en el aire, como en reposo. Un espantapájaros en un campo de sorgo (como en otro mar de oleajes rojizos y verde bandera ondeando) no podía creer lo que veía. Un loro voló hacia nosotros desde la embarcación, atravesó el cristal de nuestra camioneta sin daño alguno y se posó en mi hombro. Dijo con voz chillante: “Un sauce de cristal, un chopo de agua”. Algo lo asustó, salió volando, hasta que el parabrisas de un volkswagen lo golpeó dejándolo (paso de llantas) embarrado en el asfalto. Mi compañero de trabajo y yo nos reímos por lo que estábamos viendo. Alguien me dijo: tómale una fotografía al barco antes de que se hunda en la neblina. Luego desperté.
2 comentarios:
compadre cuando fumes de esa guardame tantita sueñas chido con eso y veras la falta que me hace soñar jajaja saludos.
Cabrera: Son puras quesadillas con flor de calabaza de Silao, mi alimentación básica. Y de ese manjar comiste hasta casi casarte con quien las prepara. ¿cuántas cajas de zapatos llenas de quecas te mando?
eternamente agradecido por tus finísimos comentarios.
Publicar un comentario