martes, 19 de mayo de 2009

Contra el progreso


Días que traen y llevan desde amenazas de despido (me la pelaron, o quién sabe, apenas los primeros rounds y he salido airoso, igual al rato puede pasar que un golpe certero de la directiva panista con su, así le he bautizado, autoritarismo sonriente, me dé un golpe de K.O. y entonces RIP) hasta que mi coche ya casi se levanta y anda, gracias a los mecánicos que consiguió mi padre. Uno de ellos, David, de 14 años, que juega a arreglar coches de verdad desde los siete años. El Mozart de los mecánicos. Y sí que sabe el chavo salvo que le falta fuerza para dar el torque perfecto a las tuercas.  Pero te puede dar un diagnóstico con sólo oír el motor o preguntarte qué le pasó y muy acertadamente David, el pequeño David, que parece que juega o lo ves metido en el motor como un duende o encendiendo el coche sin alcanzar muy bien los pedales te dice “ese ruido es de la banda, ya está muy reseca; hay que cambiarla”. Luego para probar su teoría vierte un vaso de agua en la banda que gira como loca a la vez que aúlla hasta que el agua calma su sed.

Días en que sigo animado por mi pequeño huerto casero de jitomate y cebolla; en que sigo trabajando con gusto en mi taller de carpintería y el gusto se nota cuando la puerta que hago no sólo abre y cierra sino que deja pasar un colibrí y la música y al pasar la mano sobre la superficie barnizada hay tersura y aroma.

Días que veo otras puertas que debido a las trampas del trabajo no sé si llegaré a ellas. Pero no pienso en eso. Días en que me vale madre esa sensación de que a huevo la gente tiene que progresar como sea: tomando cursos, asistiendo a encuentros, ganando becas, publicando otros libros, ganando más dinero, viajando a otros países. Días en que me vale madres todos esos hábitos que nunca me ha tocado sentir con fe, que los he hecho porque me he subido en esa ruta con un boleto que yo no pagué. Estos días siento que bajo en la esquina porque  así me lo dicta el corazón. Aunque esté mi corazón equivocado hoy así lo siento y si no confío en él ¿en quién?¿en los líderes de opinión, en el clima, en las elecciones, en el tarot, en los resultados de las quinielas, en la emoción del futbol, en Pare de sufrir, en los premios?

Días en que me siento  en el jardín a curar una maceta porque la tierra ya no le da remedio, porque hay que podarla y platicar con ella;  días vegetales, días sin pensamientos ganadores, días viviendo como en hamaca y que los demás corran tras el éxito. Así debería ser todo mi tiempo.

Días en que la música que escucho es la que me gusta y no la que él chofer de ese camión que no maneja ni Dios ni el Diablo, sino la Moda, me dice que la oiga, me dice qué libro leer, en dónde publicar, a quién entrevistar, qué películas ver porque ganaron el Oscar o porque sale el pedorro de Diego Luna.

Días para sentirse tranquilo bajo la lluvia o el sol, yéndome a correr no para bajar la gran panza (eso sería progresar) sino porque me gusta correr, sentir el pensamiento, las sensaciones de mi cuerpo a otro ritmo, a otra cadencia en mi respiración.

Días completos en este mi tiempo  sin ningún  progreso.

 

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