Iba a escribir hace rato que se me han acabado las ideas. En realidad, lo pienso ahora (¿pero será pensar esto que sucede en el interior de mi cabeza? ), pienso que nunca he pensado. No puedo decir que me preocupe a estas alturas de la vida pero me lo he preguntado ¿lo que pienso es pensamiento? ¿lo que suena, lo que oigo, lo que percibo de manera mental, esta voz que discurre para que pueda escribir esto que ahora releo es pensamiento? ¿y qué tanto importa si es pensamiento o no? Importa para poder decir que se me han acabado las ideas y que quisiera contar más que decir o más que señalar o adquirir una postura frente al mundo. Hace rato comí pescado aquí en mi trabajo. Huachinango con ajo, tomates, julianas de chile cascabel. Muy rico y sobre todo aromático. Mis dedos huelen todavía a pescado. Y también el aire, los alrededores de mi lugar de trabajo. Y huele bien, según yo. Pienso que huele bien. Me gustan los olores del pescado cocinado. Del pescado que recién me almorcé. Pienso que pienso en pescados que alguien está cocinando en culaquier parte, en sus cocinas, en los puestos de los mercados. Visualizó las imágenes de, incluso, los peces en el momento en que nadan en aguas transparentes y pescadores los van a atrapar. Todo esto lo veo mientras escribo esto. Lo imaginé entre las grietas de esta escritura. Pienso que podría enloquecer cuando escribo cosas como esta. Pero no estoy loco ni lo estaré o ya lo estoy. Todo eso es algo que no tiene remedio. Hace calor. Me suda la frente. Pero no es por pensar, estoy seguro. Debería leer cosas sobre el funcionamiento del cerebro como lo hace el escritor Federico Campbell y lo mezcla con asuntos de literatura. Debería leer a Marcel Proust, su obra magna para entender algo de lo que quiero entender para poder escribirlo aquí y ya no estar tentado a decir que se me han acabado las ideas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario