Me estoy acostumbrando a vivir laboralmente en la incertidumbre. Estar entre que me corren, entre que me piden que renuncie, entre que un día de estos, así nomás, ya no vendré a la chamba. No la vida laboral sino la Vida Vida siempre ha sido así de incierta pero yo creía que no con mi estúpida ingenuidad. Sepa la madre el futuro. Tengo tres días que mi viejo coche no funciona y vengo a meterme a la congeladora del trabajo ya sea en camión o a pie. Hoy llegué tarde. Como siempre procuro llegar tarde un par de veces a la quincena. 9:22 am. No quiero acostumbrarme ni acostumbrar a nadie a ser puntual. Va contra mis principios. Ayer estaba ya aquí muy cerca del trabajo antes de la hora y me quedé mejor leyendo en el estacionamiento hasta las 9:11 am. Entro al trabajo con mucha mucha calma. No trabajo para los bomberos ni realizo cirugías de emergencia. Simplemente soy parte de un equipo de técnicos que le da servicio a las comunicaciones del Estado. Pero desde hace meses que me han puesto a hacer nada. Estoy congelado. Así que no tengo prisa por llegar. No tengo ningún pendiente. Voy, hoy, a leer una novela de W.G. Sebald y a desayunar naranjas frescas.
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