Si alguien leyera este blog le diría que recién llego a mi trabajo. Recién recuerdo que estaba dormido en un lugar a 100 kilómetros de aquí hace poco menos de dos horas. Si alguien leyera este blog le diría que ayer tenía ganas de escribir pero no tuve tiempo, ni un momentito desde que amaneció hasta ¿qué serían? la una de la mañana en que me dormí o medio lo hice debido al calor y, no pueden faltar, los mosquitos. En la madrugada me desperté porque la presión del agua hizo que se estuviera fugando de la manguera que viene del jardín y salí a cerrar la llave principal que está en la calle. La madrugada estaba fresca, y ese cambio de clima del cuarto al jardín y a la calle me hizo acordarme de ciertas noches que de madrugada salí hacia el mar; yo frente a la bruma gris de los sonidos del mar y la brisa fría de la madrugada. La calle estaba perfectamente sola, con sus coches dormidos. No quise ver la hora porque me tortura siempre pensar el tiempo que me restaba para levantarme a este pinche lunes y llegar aquí, con sueño y cansancio y con muchas ganas de no estar. Como cada quincena o semana o cada de que puedo, llegué tarde, con retardo. Hice algunos mandados antes de entrar al trabajo. Cosas como comprar agua, tirar la basura, dejar libros en el cuarto de Yerbabuena, ah, y también unas películas para las tardes o noches en mi estancia semanal en esta ciudad donde trabajo. Esto no es más que una crónica, esbozo de, ahora que todavía me siento dormido y casi son las diez de la mañana del inicio de semana. Algo más iba a decir pero lo olvide. Ah, sí, que ya me tengo que ir a trabajar, hacer cosas de simio. Antes de dejar de escribir anoto que este fin de semana pensé en lo vulgar que soy. Y estoy resignado.
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