Una de mis actividades principales es esperar. Espero el camión, espero que me sirvan la comida, espero que llegue la quincena, espero a que un día mi doctor me diga ya no te voy a cobrar las consultas porque eres un buen cliente, espero que Dios me socorra. Muchas veces me he sentido una sala de espera viviente. Bueno, espero hasta morirme, y espero que falte mucho para eso pero aún así, eso espero.
Mientras espero en una de las sillas altas que están en la cafetería de unos cines soy testigo de una pelea/discusión entre una pareja de novios. Jovensísimos. Menos de 20 años. Ellos estaban platicando y esperando supongo que a otros amigos que entraron a ver una película distinta. Yo estoy desempeñando mi actividad principal en esta vida: esperar. Espero a mi hermano que va a salir de ver una película a la que yo no entré. Mientras espero, decía, leo, leía, pero escuché la discusión y levanté la vista de mi libro y vi manotazos y creo que una cachetada. Ahora escribo esto que vi. La pareja de novios está sentada en otra mesa de la cafetería, aquí, a menos de 2 metros de donde estoy escribiendo esto. Y si lo escribo es porque me gusta escribir y además como escribo cuando espero, pues entonces estoy escribiendo porque estoy esperando. Van como diez minutos que no se hablan, han dejado de hablar y de moverse. Supongo que no se van porque están esperando a sus amigos, o quizá no tienen cómo irse, no traen dinero o alguno de sus amigos trae coche y en ese coche van las mochilas de esta pareja, o su bolsa y ahí van las llaves de su casa y no pueden irse porque como es noche (es la última función) ¿cómo van a entrar a su casa sin llaves? Se pelearon, han dado manotazos y hubo una cachetada pero cada uno sigue en su silla, sin moverse, sin hablar. Yo los veo de vez en cuando, desde mi silla alta, a menos de 2 metros. Ella le dijo a él no me hables, no-me-ha-bles. Mientras escribo frente a ellos pienso en si debo moverme de aquí. Buscar otro lugar para esperar a mi hermano. Me iría pero estoy cansando así que creo que me voy a quedar a ver a esta pareja que no se habla, no quiere verse y no se mueve. Como estatuas de sal. Un monumento al amor.
Ella mira un enorme poster de La Era del Hielo. El mira al vacío. Pasa tiempo. Ella se llama Vianey. Lo sé porque ahora él, en un intento de arreglar el asunto, le ha dicho así. A la vez que la nombra le toca un brazo. Ella le dice que no la toque.
Vamos allá afuera.
Vete tú. Yo no voy a ir.
Vianey.
Yo no voy a ir.
Luego otra vez silencio e inmovilidad. Quizá no logre saber qué va a pasar con la pareja porque yo tenga que irme o porque ellos, juntos o por separado, se van a ir también.
Después de este intento de comunicación por parte de él y al no haber fructificado, vuelven a ser estatuas. El ahora mira hacia las escaleras eléctricas que aún funcionan a pesar de que ya nadie transita por los pasillos de este centro comercial. Acá en las instalaciones del cine, los empleados cuentan dinero, ponen música mientras recogen los enseres de la cafetería. Termina la jornada. Pasan varios empleados arrastrando grandes bolsas negras de basura. Las estatuas ahí siguen en lo suyo.
Ella sigue mirando el poster de La Era del Hielo. Debo confesar que me siento una especie de canalla, pero luego reflexiono y me digo que no es mi responsabilidad estar presenciando una pelea de novios mientras yo tranquilamente esperaba. Es como sentirse responsable por haber visto un accidente de tránsito en cualquier calle. Y bueno eso de que lo estoy escribiendo a menos de 2 metros es lo mismo que si veo el accidente de tránsito y luego llego a casa y se lo cuento a alguien. Así, sin más.
Ha pasado el tiempo, como si fuera otro día y ahora ella, Vianey, se ha quedado dormida. Se ha recargado con sus brazos sobre la cubierta de la mesa y se ha quedado dormida. El chavo ya no mira las escaleras (siguen funcionando vacías) y ahora ve su celular, luego lo guarda. Es como un tic. Luego otra vez es estatua.
Yo dejé de escribir un buen rato porque no pasaba nada que pudiera registrar. Supongo que ellos estando tan cerca de mí me han visto. Somos los únicos sentados esperando. Me ven con mi libro y con estas pequeñas hojas y mi pluma. Me han visto escribiendo. Quizá alguno de ellos para burlar la espera hasta a lo mejor se han preguntado sobre qué estaré escribiendo en estas hojas. Lo más probable es que no piensen nada, que sólo estén enojados y yo, con toda naturalidad, no les importe. A lo mejor pueden creer que soy un maestro que prepara un examen o que voy a presentar uno. A lo mejor sólo me han visto y pensando por qué no se larga ese wey para poder hablar con ella o con él, o para seguir discutiendo o regresar la cachetada que uno de ellos recibió.
Eso nunca lo voy a saber y ellos nunca van a saber que estuve escribiendo sobre ellos.
Se escuchan murmullos y luego barullo.
Ya salieron, Vianey. Despierta.
Vianey se desmodorra pero siguen, también él, en las sillas. Sale gente, baja por las escaleras. Suena mi teléfono y ya, por fortuna, me tengo que ir.
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