Oigo un bandoneón a las casi 12 de la noche. Un bandoneón que es una nube algodonosa pasando por el cálido sol de mi vida. Y se disfruta y se bebe esa clara sombra como las naranjas frescas de la tarde, la sopa, la caminata, las fotografías tomadas en el viaje de regreso, la lluvia y el vaho en los cristales.
Han pasado cosas de las que mejor ni decir porque más de uno lloraría. Pero han pasado otras buenas, benéficas, refrescantes. Han pasado y están pasando que es lo mejor de todo, que hasta la felicidad pasa al igual que la tristeza.
Oigo un bandoneón y es casi medianoche. La soledad se aburre hasta quedarse dormida.
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