Tarde nublada. Mucho tiempo que no escribo. Domingo. Libros abiertos bocabajo como, se me imaginan, pájaros que acaban de aterrizar sobre la cama y todavía no cierran sus alas. Lecturas incompletas y simultáneas. Como todo en la vida. He, últimamente, consultado el I Ching, libro de las mutaciones o los cambios. Me dice una y otra vez acerca de la necedad y también del nacimiento. Padezco de desorden. Y supongo que es mental. Libros, herramientas, vasos, objetos que giran en órbitas que amenazan el orden de los otros habitantes. Me concentro a últimas fechas en todo eso. En mejorar mis quehaceres. Viajes vienen y cargas. Puertas que se abren, me dijo alguien por teléfono, y ojalá me toque a mí, abrir una más grande; anhela. Yo esta semana abrí tres, cargué una, hice todas. El tiempo no me alcanza para hacer todo lo que quiero pero debo, aunque demore lo que sea, hacerme de otro tiempo para labrar la siguiente flor.
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